Tinta negra corroyendo las luces entramadas de mi cuerpo,
garras que arañan y arrancan y bailan.
Volando en círculos, aves de rapiña.
Se acerca, corriendo, viene sucumbiendo.
Rastrojos de alguien, de un cuerpo,
que roza, sin querer, el abismo.
.
Y enjaulada en oro, el ave de rapiña vuela.
Entre olas de mar salado que juega,
Callando la oscura verdad, quiere volar.
Volar, surcando el cielo vespertino,
la electricidad que emana mi mente en ebullición.
.
Arrancaría tu corazón helado del frio pecho.
Encontrando las palabras exactas, las únicas y necesarias.
Hacerte entender que él mundo es más que aquello,
Aquello que alcanzan tus viejas gafas.
.
Estoy aquí gritando ante el viento helado,
Estoy aquí muriendo entre abatidos muertos.
Porque yo estoy muerta, muerta por dentro.
.
Y tú, ser despreciable, no entiendes por qué, grito.
Ese grito desgarrado que rasga la garganta porque quiere rasgar,
rasgar tu diabólica mirada, rasgar en dos, rasgar:
tus afilados dientes de hiena vieja.
.
Nunca, nunca jamás, nunca más, jamás,
Entenderás la pureza de mi alma.
Maldigo cada uno de los poros de tu cuerpo sudoroso,
porcino ser de ojos caramelo, caramelo turbio y negro.
Es esa oscuridad nocturna que emanas.
Esa oscuridad que contagias.
Ceguera blanca y fría,
estancada en ese mar de rabia.
Sientes como yo el hielo,
congelando las entrañas saladas.
Texto:Cristina Jerez Jiménez.
Ilustración: Emba